domingo, 10 de abril de 2011

Habemus tele

¡Huy! ¡Pero si yo tenía un blog! ¿Se me había olvidado? ¿Se ha convertido en una víctima más de mi inconsciente desinterés hacia todo cuanto no representa una novedad? Sin duda, habré de poner más empeño en encajar las piezas del complicado rompecabezas que supone maximizar el aprovechamiento de mi escaso tiempo libre.

En estas tres semanas de ausencia bloguera han sucedido unas cuantas cosas. Relatémoslas con una mezcla de importancia y cronología:

1) Regresé con éxito del viaje que me tuvo por tierras gallegas durante una semana, concretamente en la ciudad de La Coruña, en la que no omitir el artículo es equivalente a llevar una camiseta que diga "no soy gallego". In other words: un gallego nunca diría La Coruña, siempre Coruña. Debe ser algo parecido a lo que ocurre con Las Vegas en EEUU.

Lejos de las intenciones de mi viaje estaba escrutar el número de artículos y preposiciones utilizado por los autóctonos en sus conversaciones cotidianas: fui a visitar a la familia que tengo por allí, y a asistir cuanto pude en la exitosa intervención quirúrjica a la que se sometía uno de ellos. Bueno, dicho así parece que estuve dándole el bisturí al cirujano. Ya me entendéis.

2) El pasado domingo 3 de abril se registraba el primer abandono de mi carrera deportiva en Orientación. Un minucioso análisis de lo ocurrido nos llevaría a concluir que el fracaso del domingo comenzaba a fraguarse el jueves: al encontrar los primeros huecos ya ocupados, hube de inscribirme a las 10:46, retrasando mi hora de salida en unos cuarenta minutos respecto a mi hora de salida habitual. En otras palabras, tuve menos tiempo del que suelo tener para completar la prueba.

Tal vez debería haberme olvidado del reloj y, de forma relajada pero no exenta de concentración, haber acometido la prueba sin prisas. Pero no. Salí corriendo como pollo sin cabeza (© Agustín) y me convertí en un error andante. Me equivocaba y me perdía invariablemente, desde que tomé la salida hasta que consumé mi abandono. Un detalle pormenorizado de todos mis errores requeriría un artículo entero.

3) Desde hace aproximadamente un año, me viene sucediendo un episodio de forma cíclica e irregular: cada mes, más o menos, decido que me voy a comprar una tele. Evalúo distintas opciones, pido consejo a amigos entendidos en la materia, consulto foros, analizo la eterna dicotomía Plasma vs LED, etc. Al final, son tantas las posibilidades y las variables a considerar, que acabo por aturullarme y, al grito de "¡a tomar por culo!", desisto, conservando mi JVC con sus 29'' y su culo gordo. 100Hz, eso sí. Cuando la compré, era una joya. 500 euros me costó.

Esta vez, el calentón ha sido definitivo. Tras emplear las 24 horas del día durante una semana completa a tomar la decisión, he conseguido decantarme por un modelo y hacerme con él. Se trata de la nueva Samsung D8000, por la que el viernes di una señal de 100 euros, abonando el resto al transportista que vendrá a traérmela el lunes. ¡Estoy impaciente! ¿Se verá bien mi nueva tele? Apuesto a que sí.

Ya he comprado patatas y frutos secos para estrenarla como se merece: con fondo verde.