domingo, 16 de enero de 2011

Estamos todos locos

¿Hay mayor placer humano que volverte a meter en la cama un domingo a las 8 de la mañana tras volver de vaciar tu (a buen seguro repleta de cerveza) vejiga? Esos cinco primeros segundos en los que empiezas a estirar y encoger las piernas, notando el tacto de las sábanas, el calor de las mantas, la dureza o blandura de la almohada (va en gustos)... y otras tantas sensaciones juntas. Esta mañana he renunciado a tamaño placer, con el único fin de calzarme las zapatillas (y el resto del equipamiento) y salir a correr. A las ocho y media de la mañana, ahí estaba yo, con mi camiseta de manga larga, mi cinta en el pecho (¿por qué está siempre tan fría cuando me la pongo?), mis mallas largas (estrenando regalito de Reyes) y las ya mencionadas zapatillas de correr.

El motivo número dos que me confirma la locura en la que andamos sumidos, son los dolores. En minúsculas, no estoy hablando de pedanías. En minúsculas pero en plural. En cuestión de semanas, he pasado de ser ese admirado sujeto cuya fuerza de voluntad le permitió abandonar la senda de la panceta y ponerse en una forma envidiable, a ser ese otro que camina renqueante, que acaba antes explicando las partes que aún están sanas.

Así pues, superado (por ahora) el dolor de la planta del pie y todavía no superado del todo (aunque sí mejorado ostensiblemente) el dolor de la rodilla derecha, he pensado: "bah, si no me duele tanto". Y me he lanzado a la calle. Craso error. Un rato más tarde, he tenido que pararme y dar la vuelta. Y lo que es peor, volver hasta casa andando. En estos días en los que salgo con dudas, debería quedarme a dar vueltas a la manzana. Pero no. Me he ido a estrenar nueva ruta. Y ahí está el tercer motivo de locura: si tienes dudas de si vas a poder completar el recorrido, no te vayas a tomar por culo de casa.

En cualquier caso, hoy he ido por primera vez por la orilla del río Segura. He bajado por la Avenida de la Fama, y una vez finalizada ésta, he girado a la derecha para colocarme paralelo a la barandilla. Recorrido bonito, sin duda. Un ratito después, el asfalto se transformaba en tierra. La neblina devenía en niebla. La primera vez que hacía este recorrido y no veía a más de dos metros de distancia. Y me he quedado sorprendido de ver tanta gente por ahí, a las nueve de la mañana. Andando, corriendo, en bici... gente que sale a hacer deporte, en general. Me he sentido bien. Espero poder volver la semana que viene, a ver si esta vez sin dolores.

Y si necesitáis confirmación definitiva de que estamos locos, aquí tenéis un vídeo. Encended los altavoces.

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