Os acordáis del anuncio aquél, ¿no?
Como ayer os anticipé, hoy era la primera vez que hacía una carrera de orientación en solitario. Llevamos un par de años participando por parejas, pese a no existir esta modalidad. La organización de las pruebas te permite juntarte con otro corredor siempre y cuando te inscribas en una de las categorías abiertas: OPEN-ROJO, OPEN-AMARILLO u OPEN-NARANJA.
En estos años, nos hemos caracterizado por hacer un agradecido servicio a la comunidad: no permitimos que nadie quede último. Adivináis cómo, ¿verdad?
Hoy, no tenía claro qué ropa era la más adecuada. Si hubiera sido una carrera popular, la decisión habría sido sencilla: la ropa de correr. De haberse tratado de una prueba de orientación por la montaña, no habría dudado: mi habitual pantalón de chándal (que, por cierto, lo llevo cedido de la cintura; los cordones me proporcionan sujeción cero y, de vez en cuando, la gravedad hace su trabajo: noto un cierto frescor subir pantorrilla arriba, me tropiezo y me caigo; bueno, ya sabéis que soy un poco exagerado, pero os hacéis una idea) de montaña y mi clásica sudadera gris de los Sonics (equipo con el que no me une ningún vínculo sentimental o de otra índole: me la compré porque era de las más baratas de la tienda).
Al tratarse de una confusa mezcla entre carrera popular urbana y prueba de orientación montañera, no sabía qué hacer. Al final, he optado por las mallas de correr (I feel so sexy...) y dos mangas (en la parte del pescuezo), pues hacía un frío del carallo.
Y vaya si hacía frío, vive José Antonio Maldonado. Cuando he salido de la cama y recibido la internáutica noticia de que rondábamos los 0ºC he sabido que íbamos a cagar las plumas. Tenía tanto frío, que he estado a punto de irme en pijama. De hecho, ayer tenía tanto frío cuando fui a ponérmelo, que estuve a punto de acostarme con los vaqueros y el jersey que llevaba. La historia se repite, una y otra vez, con el frío como inoportuno protagonista; gracias a haber derrochado valentía y arrojo, día tras día, no he ido a participar en la prueba de orientación con el traje de la comunión.
La carrera ha estado muy bien. Creo que he cometido los típicos errores del principiante, especialmente en los primeros minutos, pues he tardado un ratito en ubicarme. Más mental que geográficamente. Una vez clarificada mi posición en el mapa, he encontrado la primera baliza con facilidad, así como las sucesivas... hasta que me he metido en el casco viejo de Molina y no sabía muy bien dónde estaba. He circulado como pollo sin cabeza (© Agustín) durante unos segundos (decenas) hasta que he conseguido orientarme. Es curioso, creo que me ha salvado la intuición. Y yo que creía que no tenía de eso.
Después, algún error más del que he salido bien airoso (sin ponerme nervioso y buscando algo significativo para reconducir mi camino), he llegado de nuevo al parque, lugar donde he vuelto a liarme buscando la 73 (número que nunca olvidaré) y finalmente he entrado en meta. He hecho un tiempo de unos 36 minutos.
A medida que me acercaba a la meta, iba pensando "¡vaya tiempazo voy a hacer!", "ganar, no ganaré, pero voy a estar ahí arriba fijo" y "bueno, ahora tendré que esperar un rato a que llegue Gema". Nada de eso .Cuando he entrado en meta, Agustín y Gema conversaban animadamente. Los dos habían llegado hacía rato. Pero lejos de llamarme lentorro y paquete (adjetivos de los que me consideraba acreedor), me han animado, pues decían que mi tiempo estaba bastante bien para ser la primera vez. La distancia a recorrer en mi categoría (H21B) era mayor que en la de Gema (D21B), por lo que el desfase en el crono estaba justificado. Estamos a la espera de ver la clasificación definitiva, para ver cómo de mal lo he hecho. Barrunto una meritoria última plaza. Penúltima, a lo sumo, pues no descarto que algún compañero se dejara llevar por las promesas de mejor clima de algún bar, o por su olor a panceta.
Un detalle simpático ha sido el claro desconocimiento de las reglas del juego, por parte de los lugareños. Los molinenses salían esta fría mañana a la calle para dar su paseo dominical y se encontraban decenas de jóvenes (y no tan jóvenes) correteando en mallas por sus calles, con un mapa en la mano. Y claro, les resultaba gracioso. Intentaban ayudar al corredor que, a juicio del lugareño, iba perdido, diciéndole "ahí detrás de la fuente hay una (baliza)", ajenos a que esa baliza que su sagacidad les había llevado a encontrar, con alta probabilidad estaba fuera del recorrido del corredor ayudado.
Del cocido frito de mi suegra, vianda degustada con fruición tras la prueba, hablaremos otro día.
¡Nos vemos!
Casi se me cae la lágrima con lo del anuncio, jeje.
ResponderEliminarSobre la carrera, el club Calasparra-O se enorgullece de felicitaros a ambos; habéis corrido con cabeza, a buen ritmo pero sin querer ir más deprisa de la cuenta. Es así como se progresa, asentando poco a poco los conceptos técnicos para ir cada vez más seguro. Sólo cuando uno tiene una cierta seguridad ténica puede comenzar a correr rápido.
La verdad es que para ser nuestra primera experiencia corriendo individualmente, no ha ido mal del todo. La verdadera prueba de fuego, será en la siguiente competición. Que vayan preparando un retén de la Guardia Civil!
ResponderEliminarPues sí, creo que lo hicimos bastante centrados, pensando más en no equivocarnos con la ruta que en ir a toda pastilla. Ya tendremos tiempo de acelerar.
ResponderEliminarY como bien dice Gema, la próxima puede ser histórica. Como haya que subir (y/o bajar) algún cabezo de esos empinaos, me pueden dar las uvas ahí mirando la cuesta fijamente, o dando treinta vueltas al cabezo para ver por dónde subir (y/o bajar).