miércoles, 26 de enero de 2011

La Ley Sinde o cómo dar palos de ciego

Cuando un porcentaje tan alto de la población se siente afectado por alguna cuestión, se generan abundantes ríos de tinta: los medios escriben y reescriben sobre el asunto, los protagonistas discuten públicamente y la calle opina. Entre todos damos lugar a debates muy interesantes.

La ley Sinde nace como una disposición adicional en el Proyecto de Ley de Economía Sostenible. El objetivo de ésta es modernizar el país, adaptarnos a las exigencias de un entorno cambiante. Reinventarnos. El fin de aquella es proteger la propiedad intelectual. Actuar sobre ese vacío legal que existe actualmente que permite a cualquier ciudadano acumular colecciones de música (y películas, videojuegos, libros, etc.) sin que los autores obtengan compensación alguna.

Hasta aquí, todo suena bien.

En los últimos meses, hemos asistido a continuos cruces de valoraciones presididos por la desinformación, la confusión y el linchamiento gratuito. Los erigidos en representantes de la propiedad intelectual, entre los que incluimos a la SGAE, a exmiembros de la SGAE y a algunos artistas, han persistido en su intento de confundir a la opinión pública, definiendo la figura del internauta como un desaprensivo ladrón que se cuela en casa ajena y la saquea de forma gradual y silenciosa.

Y esto no lo podemos permitir. No debemos consentir que nos conviertan en promotores de la cultura del todo gratis, como algunos han declarado. Nadie cree que todo deba ser gratis, salvo una minoría irreductible que, gracias al matemático funcionamiento de la estadística y la probabilidad, siempre encontraremos donde quiera que vayamos.

Por otra parte, la posición del todavía presidente de la Academia de las Artes y las Ciencias Cinematográficas de España, Álex de la Iglesia, ha ido evolucionando en las últimas semanas. Asistió con ciertas reservas a una reunión con un grupo de representantes de los internautas, la víspera de Nochevieja. Allí esperaba encontrarse un pelotón de fusilamiento disparando absurdos y estólidos argumentos contra la ley Sinde, indignados por no poder actualizar sus pobladas estanterías con los últimos éxitos del panorama musical.

Y se sorprendió. Se encontró con un grupo de personas cargado de sensatez y muy consciente del entorno social y tecnológico en el que se mueve. Allí había abogados (expertos en derecho informático), empresarios, gurús del marketing. Gente que ha desarrollado proyectos con éxito en Internet. No se encontró, como muchos esperaban, con una cuadrilla de Enjutos Mojamutos protestando con tanta torpeza como escasa base argumental.

Hubo un antes y un después de esa reunión. Álex escuchó lo que le transmitieron. Se respiró un clima de trabajo en equipo. Entre todos, sacaron una conclusión cristalina: los tiempos han cambiado, y tenemos que reinventarnos. Hay que redefinir los modelos de negocio culturales. Y esto no va a ser fácil ni rápido. Hay que buscar nuevas formas de remunerar a los autores. Llegar a acuerdos con las productoras, las discográficas, las telecos y los usuarios. Insisto, es difícil, pero cosas más difíciles se han resuelto.

Unos días después, Pilar Bardem escribe este artículo. ¿Pero es que no hemos entendido nada de todo esto?

El día siete de enero, la Ministra de Cultura convoca una nueva reunión. Esta vez, en lugar de seleccionar una concurrencia que represente a todos los espectros de opinión para así fomentar un diálogo constructivo, convoca a trece o catorce defensores recalcitrantes de la ley Sinde y a un cabeza de turco llamado Amador Fernández-Savater, reconocido defensor de la cultura libre. El objetivo teórico: buscar soluciones. El objetivo subyacente: reafirmarse en su posición. Como la unión hace la fuerza, a este nos lo comemos con patatas, pensarían. Increíble. Amador nos cuenta lo que vivió en esa reunión en un artículo muy interesante.

Álex se va dando cuenta de la Ministra no pretendía que en aquella primera reunión con los internautas se buscaran soluciones. Sólo darle un poco de voz (nunca voto) al pueblo en todo este asunto. Para venderles la burra y ganar algo de tiempo. Él no está ahí para esto.

Y dimite. Porque ha entendido que con esta ley sólo estamos dando palos de ciego. Porque en los años 90 una disposición judicial cerró el Napster. Pocos días después teníamos el WinMX, el Kazaa, el Audiogalaxy, Edonkey, Emule, Bit Torrent. Y ahora las descargas directas. No acabas con la mal llamada piratería cerrando cuatro webs. Ni de coña.

Como siempre, dejemos pasar un tiempo, a ver qué pasa.

¿Vosotros creéis que se ha resuelto algo con la ley Sinde?

4 comentarios:

  1. Yo creo que está claro que no deja de ser otro intento de poner puertas al campo. Pero tampoco podemos esperar mucho más de los promotores.
    Para empezar, la adscripción de la ministra promotora a uno de los grupos con intereses en el tema hace "poco elegante" el planteamiento.
    Son soluciones mediocres de personas mediocres

    ResponderEliminar
  2. Difícil tema. Había escrito un comentario, pero era tan largo que no cabía, así que simplemente te adelanto que no estoy de acuerdo con unas cuantas cosas que dices, sobre todo en lo de que "Nadie cree que todo deba ser gratis, salvo una minoría irreductible...", que creo que es el meollo de la cuestión.

    Pero el tema es tan complicado y con tantos matices que creo que requiere una charla presencial, delante de un gintonic kennediano.

    ResponderEliminar
  3. La gente está acostumbrada a que todo en Internet sea gratis, y no concibe un cambio al respecto.

    Ahora coge a cualquiera de los que no quieren pagar un duro por nada (por supuesto, uno que no tenga la sesera totalmente hueca) y dile "si tú grabaras un disco, ¿te gustaría que lo compraran diez personas y lo descargaran doscientas, sin que recibas algo a cambio y ni siquiera te enteres? Ahí tal vez empezarías a sondear su opinión real del tema.

    Resumen: para mí sí es una minoría la que cree que todo deba ser gratis. Otra cosa es, que muchos de los que no pertenecen a esa minoría, tengan esa idea en la tercera o cuarta capa del cerebro (toma ya!).

    ResponderEliminar
  4. Eso es lo que tiene que hacer la industria del cine y la música, reinventarse. ¿Acaso nadie tiene una cuenta de Megauplad, Rapidshare... y paga al mes por ello? ¿Y no estaríamos dispuestos de pagarlo igual si fuera de Sony, por ejemplo? ¿no hay nadie que se descargue música en su ipod pagando en itunes? ¿o nadie que pague para Spotify?

    Esta industria estaba muy cómoda, obteniendo ganancias a espuertas, y ha venido una avalancha de tecnología e innovación, y les ha pillado echando la siestecica. Perdió su oportunidad al no comprar la patente del mp3, que rechazaron (o eso tengo entendido, muchas cosas cuentan por ahí), y después con el famoso Napster.

    ResponderEliminar