De bebé pasé a ser niño; de niño a adolescente; de adolescente a jovenzuelo; de jovenzuelo a joven; de joven a todavía joven pero ya no tan joven; y creo que por ahí vamos ahora. El denominador común de estas etapas siempre ha sido mi respeto y sagrada admiración por algún sector de la población y/o sujetos concretos; inicialmente confinado a mi entorno -capitaneado éste por padres y hermanos- y ampliando miras progresivamente para ir descubriendo personajes como Rosa León, Torrebruno, Espinete, Isabel Tenaille, Gloria Fuertes, José María García y tantos otros a los que yo iba asimilando como adalides del campo que representaban.
Dicha admiración me ha llevado siempre a tener fe ciega en sus actos, palabras y decisiones. A no juzgarles ni cuestionarles. A defenderles a ultranza. Siempre creí que las personas situadas en la cima de un colectivo o institución son capaces de realizar su función mejor que nadie.
El inexorable paso del tiempo nos va poblando de arrugas, achaques y, sobre todo, de desengaños. Lo que en su momento creímos blanco ahora lo vemos negro, y viceversa.
De todas las personalidades admiradas en mi -corta o larga según con quién se compare- existencia, aquellos que siempre han merecido un respeto mayor, a mi juicio, son los políticos. Se me antoja una labor tan sumamente trascendental y complicada, en todos los aspectos, que les percibo como seres de otro mundo; su inteligencia trasciende la mía, de largo. Pero quiero que sea así: soy feliz viéndoles desde esa admiración. Supongo que me reconforta saberme conducido y protegido por superhéroes intelectuales.
Bienvenido, me digo a mí mismo, al mundo del desencanto.
En los últimos tiempos, asisto con enorme perplejidad a las declaraciones públicas que realizan unos y otros. A sus -cuestionablemente sinceras- opiniones emitidas en los medios de comunicación. Si dices algo ante un micrófono estás diciendo, a la vez, dos cosas: 1) esto es lo que pienso y 2) quiero que todos sepáis que esto es lo que pienso.
El objetivo de esta entrada/artículo/post no es hacer una relación de frases célebres. Pero no quiero terminar sin hacer una breve reflexión sobre la gota que ha colmado el vaso del chasco: "si la contaminación de Madrid asfixia, más lo hace el paro". ¿Qué nos quiere decir la actual concejal de medio ambiente de Madrid, Ana Botella? ¿Que si hay un problema grave debemos desatender el resto de cuestiones importantes? ¿Todas las concejalías de Madrid están trabajando intensamente para reducir el paro? ¿También la de Sanidad, por ejemplo?
¿Es permisible que los políticos se expresen con unos índices demagógicos que deberían estar restringidos al bar y a las tertulias telebasúricas?
Presenciar esta clase de episodios, si bien me descorazona por provocarme esa conocida sensación de "se me ha caído un mito" -obviamente, no en la figura de Ana Botella sino de los politicos en general-, no es menos cierto que me proporciona un paradójico efecto reconfortante, demostrándome que si intelectos así pueden alcanzar la cúspide de algo, ¿qué no podría hacer yo?
La peor contaminación de este país es la de sus políticos.
ResponderEliminarLo que es curioso es que salgan ese tipo de informaciones en ciertos momentos estratégicos.
ResponderEliminarDesconozco los niveles actuales de polución en Madrid, ni sé los que habrá tenido en todos estos meses y años atrás. Por supuesto que es un problema importante y serio, eso no lo dudo. Pero me resulta curioso que sea ahora cuando salgan como noticia de portada en telediarios y periódicos...Quizás el año pasado, o hace dos, tuvo algún pico de contaminación mucho más alto, pero nadie se enteró. O quizás no, y es ahora cuando peor están después de muchos años, no lo sé.
Pero lo que está claro es que al final tienes la sensación de que todos son como cuervos carroñeros, que intentan atacarse como pueden, dejando de lado el verdadero sentido de su labor. Un ejemplo más de cómo nos manipulan y nos manejan a su antojo y para sus intereses.