AVISO IMPORTANTE: nadie va a encontrar aquí un remedio milagroso que pueda poner en práctica en beneficio propio.
El viernes, tras dar por concluida la siempre extenuante semana de trabajo, llegué a casa y me encontré dos sorpresas: una cartita amenazadora de nuestra querida UNED en la que me exigen el ingreso de 32 euros, en un PLAZO IMPRORROGABLE DE DIEZ DIAS (transcribo las mayúsculas, literalmente), si no deseo que den al traste con mi aventura de estudiante, reanudada una vez consolidada mi posición en el mercado laboral. El concepto del nuevo pago: pago complementario de matrícula. ¿Ein? ¿Una asignatura concreta de repente cuesta 32 euros más y las otras tres siguen valiendo lo mismo? Por otra parte, la segunda y no menos inesperada sorpresa se materializaba en forma de cargo en la cuenta: los del cable me cobran 20 euros, como quien va a la cárcel sin pasar por la casilla de salida y sin cobrar las veinte mil pesetas.
Pospuesta la resolución del primer particular para el lunes (por ser en exceso extraña la presencia de trabajadores en el ente universitario un viernes a las cuatro de la tarde), me dispongo a aclarar el segundo entuerto. Estimo imposible un derroche de 20 euros en llamadas, pues mis llamadas de pago se redujeron a felicitar el cumple a mi sobrina, y a algún que otro telefonazo a los 902 de turno. Las incluidas en tarifa plana, no cuentan.
Me dirigí al local de los del cable, y aclaramos el tema: se habían equivocado y en lugar de anotar 1,75 euros en llamadas, habían grabado 17,75. ¡Toma castaña! Pues nada, que me lo devuelven. Y ya de paso, aprovechando el sentimiento de culpabilidad del eficiente empleado, consigo que me adelanten la duplicación de la velocidad de Internet, prevista para las próximas semanas. Nunca mejor dicho: no hay mal que por bien no venga. Me abonarán los 20 euros (aproximadamente) y ya no se me cortan los streaming.
Recibimos al lunes sin todavía extinguirse del todo los vapores etílicos y morcillílicos de la fiesta de cumpleaños de mi suegro. ¡60 tacos! ¡Ahí está el tío! ¡Y se sube las montañas con la bicicleta que parece Virenque!
Llamo a la UNED. Tras un previsible estira y afloja en el que me intentaban convencer de que YO era quien estaba haciendo el cálculo mal, consigo una respuesta esperanzadora: "me tomo nota y que lo vea luego mi compañera; ella te llamará". Chachi. Al rato, me llama la compi. Me explica que se trata de un error. Inicialmente, en la matrícula realizada en septiembre, se calculó correctamente una reducción de un 20% en el precio de una asignatura, al no haber tutorías de ésta. Ahora, tres meses después, y tras realizar un minucioso recálculo en busca de morosos y anomalías en general, el programa no ha funcionado bien, decidiendo esta vez, porque sí, porque yo lo valgo, que no procedía el descuento del 20% y que les adeudo 32 euros. Lo que mi reducida sesera no consigue discernir es: ¿por qué en estos casos no generan una incidencia y las revisan todas antes de enviar amenazantes misivas? ¿Convertirse en alumno implica la aceptación de este tipo de decisiones unilaterales? Al menos, me ha pedido disculpas, y me ha dicho que rompa la carta. Conclusión: he ganado 32 euros. Bien está lo que bien acaba.
Hombre, pues podías haberles dicho a los de la UNED que te mandaran una carta reclamándote 1000 euros; luego llamabas protestando, y ¡habrías ganado mil euracos!
ResponderEliminarPor cierto, que sepas que llevabas razón again, y tu suegro se levantó el domingo a las 7:30 y se fue en bici a la sierra.
ResponderEliminarSencillamente impresionante.
¡Chachos, hay que fichar a tu suegro para la orientación! Por cierto, ¿váis el domingo? Es en Coto Cuadros, pero tranquilos, que es en una zona que no tiene las terrazas de la otra vez.
ResponderEliminarSe lo hemos dicho más de una vez: sabemos que la orientación le encantaría. Creo que una oportunidad buenísima será alguna prueba en Sierra Espuña o por ahí...
ResponderEliminarYa estamos apuntados para Coto Cuadros. Por el desnivel total, el H21B parece más suave que el de Lorca.