jueves, 17 de febrero de 2011

Por favor, no nos quiten la ficción

Alberto Cerúleo es un chico simpático. Sabe hacer reír a sus amigos, a sus padres, a su abuela, a sus compañeros de trabajo. Además, pertenece a ese selecto grupo de personas que siempre tienen la frase adecuada en el momento preciso. Capaz de resolver conflictos y, reconozcámoslo, con una habilidad innata para generarlos -y salir fortalecido de ellos-, Alberto es el ejemplo de líder. Enamoradizo como pocos, la vida le ha ido arrastrando de amor en amor, con el sufrimiento final como denominador común de todos ellos.

El miércoles pasado estaba sentado en su banco favorito del muelle, como cada día de la semana. Se dirige allí todas las noches con el único fin -aunque él no lo admita- de incrementar su frustración: la ve pasar, alegre y despreocupada, del brazo de su amado; sonríe, suspira, deja volar su imaginación durante veinte segundos -tal vez sean veinte minutos, el tiempo se detiene- y vuelve a casa, caminando con los hombros encogidos y las manos en los bolsillos jugando con dos monedas, mientras sus pensamientos planean en el cielo de sus deseos.

Algo debió ocurrir el miércoles pasado: ella no apareció. Era la primera vez que esto ocurría desde que Alberto acudía a aquel banco. Presa de los nervios, anduvo alrededor de su banco dando pasos confusos y desorientados, hasta que decidió recurrir a uno de los más socorridos trucos para retrasar -y multiplicar- la frustración: el alcohol. Se dirigió al bar más cercano, aquel al que nunca había entrado porque era un bar de viejos, y pidió un whisky con hielo. Tres lingotazos después y tras haber justificado su desazón con sumo detalle ante el resignado camarero, encendió un cigarro y respiró hondo.

Ahora, varios días después, Alberto Cerúleo debe pagar 30 euros de multa por fumar en un bar. Yo no pagaré esta multa porque no soy Alberto Cerúleo, soy Juan Antonio S.A. Alberto Cerúleo no puede pagar la multa porque es un personaje de ficción y, como tal, no existe en la realidad. No tiene más derechos ni más deberes que los que su creador, yo en este caso, quiera otorgarle. ¿Quién pagará la multa? Nadie, espero.

Confío en que se imponga la cordura y el razonamiento del párrafo anterior se aplique al incidente que ha originado el relato de Alberto Cerúleo.

Si nos quitan la ficción, ¿qué nos queda?

6 comentarios:

  1. ¿No se están pasando tres pueblos? me parece excesivo. Como este taxista, que estando solo, bajó la ventanilla, se encendió el piti en el coche y multa al canto. Esto es una merienda de negros. Es la ley, pero ¿no se podría aplicar un poquitín el sentido común?. Si bien es cierto que un actor no tiene por qué poner en riesgo su salud por exigencias del guión. Sería una putada que un actor esté dejando de fumar, y debiera hacerlo en la función. Se está protegiendo la salud de los actores. No tengo nada claro, para mí es todo contradicción. No sé para qué diablos escribo esto si mientras lo hago cambio de idea... esque no es sencillo, la verdad. Bueno, ya que lo he escrito, ahí queda.

    ResponderEliminar
  2. Si un actor no está dispuesto a fumar, ni siquiera en la ficción, que renuncie al papel o negocie con el director la supresión o modificación de esas escenas.

    Tal vez falta sentido común en la redacción de la Ley. Mucho me temo que habrá enmiendas (¿se dice así?) a corto plazo.

    Y es normal cambiar de idea, todos lo hacemos continuamente, y más en temas complicados...

    ResponderEliminar
  3. Hola, le comunicamos que en este momento un inspector cibernético se dirije al domicilio de Alberto Cerúleo para que abone la multa por fumar en lugar público. En caso de no localizarse, se declara a juanantoniosa responsable civil por los actos del mencionado Alberto, y tendrá que abonar la multa por él. Esta multa podrá ser abonada el día 18 de febrero en forma de moneda corriente, o sea, nachetes.

    ResponderEliminar
  4. yo pondria tiritas a todo el mundo en vez de multas. Sin duda es mejor para todo.
    Muy buen blog y muy buena entrada.

    ResponderEliminar
  5. ¿No existen los cigarros simulados? Que echan humo falso o algo así?
    Pues ya está. Igual que se simula una escena de un asesinato con pistolas de mentira, se simula el acto de fumar. Y santas pascuas. Creo que ese es el verdadero sentido común. Todo lo demás son cortinas 'de humo' que no dejan ver la realidad, motivadas por tantos años de cultura tabaquera.
    La ficción precisamente se basa en fingir. Si fumas de verdad, no estás fingiendo que fumas...

    ResponderEliminar
  6. #kina

    Se me cayó la tirita a la media hora. Ya sabes, me tiraron un vaso y tal... pero vamos, durante esa media hora me hizo un papelón! :-)

    #Pablo

    No sé si te refieres a los cigarros electrónicos esos nuevos que echan vapor de agua. Si es eso, no me valdría jamás como alternativa.

    Sobre lo de "ficción se basa en fingir", sí, eso es cierto. La RAE no miente. Pero no todo lo que ocurre en una obra de ficción debe ser necesariamente fingido. ¿Fingen que andan? ¿Fingen que hablan? ¿Fingen que se besan? Te sonará a absurdo lo de "andan" y "hablan", pero donde quiero ir a parar es que, obviamente, unas cosas se fingen y otras no. ¿Cuáles no? Las que hacen daño físico al actor y/o son fácilmente falseables sin menoscabo de la realidad a transmitir. Por ejemplo, las hostias no son reales. ¿Debe considerarse el tabaco una de esas cosas que hacen daño? Es posible. Pero si es una cuestión de "dar ejemplo", no me vale, pues no aceptaría una alternativa que no transmita el mismo efecto que un cigarro real.

    Por ejemplo, sí es posible fingir que beben alcohol porque si rellenas una botella de whisky con "licor de lo que sea" sin alcohol, el efecto para el espectador (cine, teatro, tv) es el mismo.

    Resumiendo, lo único que no concibo es que las leyes condicionen el contenido de las obras. La forma de falsear la realidad es otra historia.

    ResponderEliminar